El Señor es mi pastor:
El Señor es mi pastor;
nada me falta.
En verdes praderas me hace
descansar, a las aguas
tranquilas me conduce,
me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos,
haciendo honor a su nombre.
Aunque pase por el más oscuro
de los valles, no temeré
peligro alguno, porque tú,
Señor, estás conmigo;
tu vara y tu bastón me
inspiran confianza.
Me has preparado un banquete
ante los ojos de mis enemigos;
has vertido perfume en mi
cabeza, y has llenado
mi copa a rebosar.
Tu bondad y tu amor
me acompañan a lo largo de
mis días, y en tu casa,
oh Señor, por siempre viviré.
El Señor es nuestro refugio:
El que vive bajo la sombra
protectora del Altísimo y
Todopoderoso, dice al Señor:
Tú eres mi refugio, mi castillo,
¡ mi Dios, en quien confío !
Sólo él puede librarte de trampas
ocultas y plagas mortales, pues te
cubrirá con sus alas, y bajo ellas
estarás seguro.
¡Su fidelidad te protegerá
como un escudo! No tengas
miedo a los peligros nocturnos,
ni a las flechas lanzadas de día,
ni a las plagas que llegan a la
oscuridad, ni a las que destruyen
a pleno sol; pues mil caerán
muertos a tu izquierda y
diez mil a tu derecha,
pero a ti nada te pasará.
Solamente lo habrás de
presenciar: verás a los
malvados recibir su merecido.
Ya que has hecho del Señor
tu refugio, del Altísimo tu
lugar de protección,
no te sobrevendrá ningún mal
ni la enfermedad llegará
a tu casa; pues él mandará
que sus ángeles te cuiden
por dondequiera que vayas.
Te levantarán con sus manos
para que no tropieces
con piedra alguna.
Podrás andar entre leones,
entre monstruos y serpientes.
Yo lo pondré a salvo
fuera del alcance de todos,
porque él me ama y me conoce.
Cuando me llame, le contestaré;
¡yo mismo estaré con él!
Lo libraré de la angustia
y lo colmaré de honores,
lo haré disfrutar de una larga vida:
¡lo haré gozar de mi salvación!