Es la súplica del perdón por las culpas, confiando en la misericordia de Dios, por la violencia de los calumniadores.
Maldad del hombre y bondad
de Dios:
La maldad habla al malvado
en lo íntimo de su corazón.
Jamás tiene él presente
que hay que temer a Dios.
Se cree tan digno de alabanzas,
que no encuentra odiosa su
maldad. Es malhablado
y mentiroso, perdió el buen
juicio, dejó de hacer el bien.
Acostado en su cama,
planea hacer lo malo;
tan aferrado está a su
mal camino que no quiere
renunciar a la maldad.
Pero tu amor, Señor
llega hasta el cielo;
tu fidelidad alcanza al cielo azul.
Tu justicia es como
las grandes montañas
tus decretos son como
el mar grande y profundo.
Tú, Señor cuidas de
hombres y animales.
¡Qué maravilloso es tu amor,
oh Dios! ¡Bajo tus alas
los hombres buscan protección!
Quedan completamente
satisfechos con la
abundante comida de tu casa;
tú les das de beber de un
río delicioso, porque en ti
está la fuente de la vida
y en tu luz podemos ver la luz.
Brinda siempre tu amor y
tu justicia a los que te conocen,
a los hombres honrados.
No dejes que me pisoteen
los orgullosos ni que
me zarandeen los malvados.
¡Vean cómo caen los
malhechores!
¡Caen para no volver a levantarse!