Salmo de David cuando huía
de su hijo Absalón
Señor,
muchos son mis enemigos,
muchos son los que se han
puesto en contra mía,
¡muchos son los
que dicen de mí: Dios no va a
salvarlo!. Pero tú, Señor,
eres mi escudo protector,
eres mi gloria,
eres quien me reanima.
A gritos pido ayuda al Señor
y él me contesta desde su
monte santo. Me acuesto y
duermo, y vuelvo a despertar,
porque el Señor me da
su apoyo. No me asusta ese
enorme ejército que me
rodea dispuesto a atacarme.
¡Levántate, Señor!
¡Sálvame, Dios mio!
Tú golpearás en la cara a
mis enemigos; ¡les romperás
los dientes a los malvados!
Tú, Señor, eres quien salva;
¡bendice, pues, a tu pueblo!