Salmo 31

Plena confianza en el Señor

Señor, en ti busco protección;

¡no me defraudes jamás!

¡ponme a salvo, pues tú eres

justo! Dígnate escucharme;

¡date prisa, líbrame ya!

Sé tú mi roca protectora,

¡se tú mi castillo de refugio

y salvación! ¡Tú eres mi

roca y mis castillo!


¡Guíame y protégeme; haz

honor a tu nombre! ¡Sácame de

la trampa que me han tendido,

pues tú eres mi protector!

En tus manos encomiendo mi

espíritu; ¡rescátame, Señor,

Dios de la verdad!


Odio a los que adoran ídolos

inútiles. He puesto mi

confianza en el Señor. Tu

amor me trae gozo y alegría.

Tú has visto mis tristezas,

conoces mis aflicciones; no

me entregaste en manos del

enemigo; ¡me hiciste poner

pie en lugar seguro!


Señor, ten compasión de mí,

pues estoy en peligro. El

dolor debilita mis ojos, mi

cuerpo, ¡todo mi ser!

¡El dolor y los lamentos

acaban con lo años de mi vida!

La tristeza acaba con mis

fuerzas; ¡mi cuerpo se esta

debilitando!


Soy el hazmerreír de mis

enemigos, objeto de burla de

mis vecinos, horror de quienes

me conocen. ¡Huyen de mÍ

cuantos me ven en la calle!

Me han olvidado por completo,

como si ya estuviera muerto.

Soy como un jarro hecho

pedazos. Puedo oír que la

gente cuchichea: hay terror

por todas partes. Como un

solo hombre, hacen planes

contra mí; ¡hacen planes

para quitarme la vida!


Pero yo, Señor, confío en ti;

yo he dicho: ¡Tú eres mi Dios!

Mi vida está en tus manos;

¡líbrame de mis enemigos, que

me persiguen! Mira con

bondad a este siervo tuyo, y

sálvame por tu amor.

A ti clamo, Señor;

¡no me hundas en la vergüenza!

¡Hunde en la vergüenza a los

malvados; húndelos en el

silencio del sepulcro! Queden

en silencio los labios

mentirosos, que hablan con

burla y desprecio, y ofenden

al hombre honrado.


¡Qué grande es tu bondad para

aquellos que te honran!

La guardas como un tesoro y,

a la vista de los hombres, la

repartes a quienes confían en

ti. Con la protección de tu

presencia los libras de los

planes malvados del hombre;

bajo tu techo los proteges de

los insultos de sus enemigos.


Bendito sea el Señor, que con

su amor hio grandes cosas por

mí en momentos de angustia.

En mi inquietud llegué a

pensar que me habías echado

de tu presencia; pero cuando

te pedí ayuda, tú escuchaste

mis gritos.


Amen al Señor, todos sus

fieles. El Señor cuida de los

sinceros, pero a los altaneros

les da con creces su merecido.

Den ánimo y valor a sus

corazones todos los que

confían en el Señor.