No te enojes por causa de los
malvados, ni sientas envidia
de los malhechores, pues
pronto se secan, como el heno;
¡se marchitan como la hierba!
Confía en el Señor y haz lo
bueno, vive en la tierra y
manténte fiel. Ama al Señor
con ternura, y él cumplirá tus
deseos más profundos.
Pon tu vida en las manos del
Señor, confía en él, y él
vendrá en tu ayuda. Hará brillar
tu rectitud y tu justicia como
brilla el sol de mediodía.
Guarda silencio ante el Señor,
espera con paciencia a que él
te ayude. No te irrites por el
que triunfa en la vida, por el
que hace planes malvados.
Deja el enojo, abandona el
furor; no te enojes, porque
eso empeora las cosas. Pues los
malvados serán arrojados del
país, pero los que confían en
el Señor tomarán posesión
de él.
Dentro de poco no habrá
malvados; por mas que los
busques, no volverás a
encontrarlos. Pero los
humildes heredarán la tierra
y disfrutarán de completa paz.
El malvado trama hacer daño al
hombre bueno, y le lanza
miradas cargadas de odio. Pero
el Señor se ríe, porque sabe
que al malvado se le acerca
su hora.
Los malvados sacan la espada
y tensan el arco para hacer caer
a los pobres y humildes, ¡para
matar a los de buena conducta!
Pero su propia espada se les
clavará en el corazón, y sus
arcos quedarán hechos
pedazos.
Lo poco que tiene el hombre
bueno es mejor que la mucha
riqueza de los malos. Porque
el Señor pondrá fin a los malos,
pero sostendrá a los buenos.
El Señor cuida de los que viven
sin tacha, y la herencia de ellos
durará para siempre. En épocas
malas, cuando haya hambre, no
pasarán vergüenza, pues
tendrán suficiente comida.
Los malvados arderán como
hierba seca; los
enemigos del Señor se
desvanecerán como el humo.
El malvado pide prestado y no
paga, pero el hombre bueno es
compasivo y generoso.
Los que el Señor bendice
heredarán la tierra, pero los
que él maldice serán
destruidos.
El Señor dirige los pasos del
hombre y lo pone en el camino
que a él le agrada; aun cuando
caiga, no quedará caído,
porque el Señor lo tiene de la
mano.
Yo fui joven, y ya soy viejo,
pero nunca vi desamparado al
hombre bueno ni jamás vi a sus
hijos pedir limosna.
A todas horas siente compasión
y da prestado; sus hijos son una
bendición.
Aléjate de la maldad y haz lo
bueno, y tendrás siempre un
lugar donde vivir.
Pues el Señor ama la justicia
y no abandona a quienes le son
fieles; pero destruye a los
malvados y los deja sin
descendencia. Los hombres
buenos heredarán la tierra y
vivirán en ella para siempre.
El hombre bueno habla con
sabiduría; el hombre bueno
habla con justicia. Lleva en
el corazón la enseñanza de su
Dios; ¡jamás resbalarán sus pies!
El malvado espía al hombre
bueno con la intención de
matarlo; pero el Señor no
dejará que caiga en sus manos,
ni dejará tampoco que lo
declaren culpable.
Tú, confía en el Señor y
obedécelo, pues él te
enaltecerá y te dará el país
como herencia. ¡Con tus ojos
verás la destrucción de los
malvados!
He visto al malvado, lleno de
altanería, extenderse como un
árbol frondoso; pero se fue,
dejó de existir; lo busqué, y
no pide encontrarlo.
Fíjate en el hombre honrado y
sin tacha: el futuro de ese
hombre es la paz. Pero los
rebeldes serán destruidos por
completo; el futuro de los
malos será su destrucción. La
ayuda a los hombres buenos
viene del Señor, que es su
refugio en tiempos difíciles.
El Señor los ayuda a escapar.
Los hace escapar de los
malvados, y los salva, porque
en él buscaron protección.