Yo había prometido cuidar
mi conducta, y no pecar con
mi lengua, y ponerle un freno
a mis labios mientras hubiera
malvados delante de mí. Y me
hacía el mudo: no decía nada.
¡Ni siquiera hablaba de lo
bueno! Pero mi dolor iba en
aumento; ¡el corazón me ardía
en el pecho! Pensando en ello,
un fuego se encendió dentro
de mí, y dije entonces con voz
fuerte:
Señor, hazme saber qué fin
tendré y cuánto tiempo voy a
vivir, para que comprenda cuán
breve es mi vida, no es nada
mi vida delante de ti. ¡Todo
hombre dura lo que un suspiro!
¡Todo hombre pasa como una
sombra! De nada le sirve
amontonar riquezas, pues no
sabe quién se quedará con
ellas. Y asi, Señor, ¿qué puedo
ya esperar? ¡Mi esperanza esta
en ti! Líbrame de mis pecados;
no dejes que los necios se
burlen de mí.
Me hice el mudo y no abrí la
boca, porque tú eres el que
actúa. Aparta de mí tus golpes;
estoy acabado por los golpes de
tu brazo. Tú corriges al hombre
castigando su maldad, y
reduces a polvo lo que más
ama. ¡Todo hombre es un
suspiro!
Señor, escucha mi oración,
¡presta oído a mis lamentos!,
¡no te quedes callado ante mis
lágrimas! Yo soy para ti un
extranjero, un ave de paso,
como mis antepasados. Deja ya
de mirarme, dame un
momento de respiro, antes
que me vaya y deje de existir.