Bendeciré al Señor a todas
horas; mis labios siempre lo
alabarán. Yo me siento
orgulloso del Señor, ¡óiganlo
y alégrense, hombres humildes!
Alabemos juntos y a una voz la
grandeza del nombre del Señor.
Recurrí al Señor, y él me
contestó, y me libró de todos
mis temores. Los que miran al
Señor quedan radiantes de
alegría y jamás se verán
defraudados. Este pobre gritó,
y el Señor lo oyó y lo libró
de todas sus angustias. El ángel
del Señor protege y salva a los
que honran al Señor, Prueben, y
vean que el Señor es bueno.
¡Feliz el hombre que en él
confía! Honren al Señor, los
consagrados a él, pues nada
faltará a los que lo honran.
Los ricos se vuelven pobres,
y sufren hambre, pero a los que
buscan al Señor nunca les
faltará ningún bien.
Vengan, hijos míos, y
escúchenme: voy a enseñarles
a honrar al Señor. ¿Quieres
vivir mucho tiempo? ¿Quieres
gozar de la vida? Pues refrena
tu lengua de hablar mal, y
nunca digan mentiras tus labios
Aléjate de la maldad, y haz lo
bueno; busca la paz y síguela.
El Señor cuida de los hombres
honrados y prestad oído a sus
clamores. El Señor está en
contra de los malhechores,
para borrar de la tierra su
recuerdo. El Señor atiende al
clamor del hombre honrado, y
lo libra de todas sus angustias.
El Señor esta cerca, para salvar
a los que tienen el corazón
hecho pedazos y han perdido la
la esperanza.
El hombre honrado pasa por
muchos males, pero el Señor lo
libra de todos ellos. Él le
protege todos los huesos; ni
uno solo le romperán. A los
malvados los mata su propia
maldad; los que odian al
hombre honrado serán
castigados. Pero el Señor
salva la vida a sus siervos;
¡no serán castigados los
que en él confían!