Señor yo te alabo
porque tú me libertaste,
porque no has permitido
que mis enemigos se burlen
de mí. Señor, mi Dios,
te pedí ayuda, y me sanaste;
tu, Señor me salvaste de la
muerte; me diste vida,
me libraste de morir.
Ustedes, fieles del Señor,
¡cántenle himnos!,
¡alaben su Santo nombre!
Porque su enojo dura un
momento, pero su buena
voluntad toda la vida.
Si lloramos por la noche,
por la mañana tendremos
alegría
Yo me sentí seguro y pensé:
Nada me hará caer jamás.
Pero tú, Señor en tu bondad
me habías afirmado en lugar
seguro, y apenas
me negaste tu ayuda
el miedo me dejó confundido.
A ti, Señor, clamo;
a ti, Señor, suplico:
¿Qué se gana con que yo
muera, con que sea
llevado al sepulcro?
¡El polvo no puede alabarte
ni hablar de tu fidelidad!
Señor, óyeme y ten compasión
de mí; Señor, ayúdame!
Has cambiado en danzas mis
lamentos; me has quitado
el luto y me has vestido de
fiesta. Por eso, Señor y Dios,
no puedo quedarme en
silencio:
¡te cantaré himnos de alabanza
y siempre te daré gracias!