Señor,
¿hasta cuando me olvidarás?
¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuando te esconderás
de mi? ¿Hasta cuándo mi alma
y mi corazón habrán de sufrir
y estar tristes todo el día?
¿Hasta cuándo habré de estar
sometido al enemigo?
Señor, Dios mío,
¡mirame, respóndeme, llena
mis ojos de luz! ¡Que no
caiga yo en el sueño de la
muerte! ¡Que no diga mi
enemigo: lo he vencido!
¡Que no se alegre si yo
fracaso!
Yo confío en tu amor; mi
corazón se alegra porque tú
me salvas. ¡Cantaré al Señor
por el bien que me ha hecho!