Lamentación de David, cuando
canto al Señor, a propósito
de Cus, el benjaminita.
Señor, mi Dios en ti busco
protección; ¡sálvame de todos
los que me persiguen! ¡Líbrame,
pues son como leones;
no sea que me despedacen
y no haya quien me salve!
Señor, mi Dios,
¿en cuál de estas cosas he
incurrido? ¿A caso he cometido
un crimen? ¿Acaso he pagado
a mi amigo mal por bien?
¿Acaso he oprimido sin razón
a mi enemigo?
De ser asi, que mi enemigo
me persiga; que me alcance y
me arrastre por el suelo, y que
haga rodar por el suelo mi
honor.
¡Levántate, Señor, con furor!
¡Haz frente a la furia de mis
enemigos! Tú, que has
decretado hacer
justicia, ¡ponte de mi
parte! Rodéate del conjunto de
las naciones y pon tu trono
en lo alto, por encima de ellas.
Señor, tú juzgas a las naciones:
júzgame conforme a mi
honradez; júzgame
conforme a mi inocencia.
Dios justo, que
examinas los pensamientos
y los sentimientos más
profundos, ¡pon fin a la
maldad de los malvados, pero
al hombre honrado manténlo
firme!
Mi protección es el Dios
altísimo, que sala a los de
de corazón sincero. Dios es
un juez justo que condena la
maldad en todo tiempo.
Si el hombre no se vuelve a
Dios, Dios afilara su espada;
ya tiene su arco tenso, ya
apunta sus flechas encendidas,
¡ya tiene listas sus armas
mortales! Miren al malvado:
tiene dolores de parto, esta
preñado de maldad y dará a luz
mentira. Ha hecho una fosa
muy honda, y en su propia fosa
caerá. ¡Su maldad y su violencia
caerán sobre su propia cabeza!
Alabaré al Señor porque él es
justo; cantaré himnos al
nombre del Señor,
al nombre del Altísimo.