Del maestro de coro, con
instrumentos de ocho cuerdas.
Salmo de David.
Señor,
no me reprendas en tu enojo,
no me castigues en tu furor.
Señor, ten compasión de mí,
pues me siento sin fuerzas.
Señor, devuélveme la salud,
pues todo el cuerpo me
tiembla. ¡Estoy temblando
de miedo! Y tú, Señor,
¿cuando vendrás?
Ven, Señor, ¡salva mi vida!,
¡sálvame, por tu amor!
Nadie que esté muerto puede
acordarse de tí; ¿quién podrá
alabarte en el sepulcro? Estoy
cansado de llorar. Noche tras
noche lloro tanto que inundo
de lágrimas mi almohada.
El dolor me nubla la vista;
¡se me nubla por culpa de mis
enemigos!
¡Apártense de mi malhechores,
que el Señor ha escuchado mis
sollozos! El Señor ha escuchado
mis ruegos, ¡el Señor ha
aceptado mi oración! Mis
enemigos, muertos de miedo,
quedarán en ridículo; ¡en un
abrir y cerrar de ojos huirán
avergonzados!