Salmo 88

Señor, ¿por qué me desprecias?

Señor, mi Dios y Salvador, día y noche te pido ayuda, ¡acepta mi oración!, ¡atiende a mi plegaria!


Tanto es el mal que ha caído sobre mí me encuentro al borde de la muerte; ¡ya me pueden contar entre los muertos, pues me he quedado sin fuerzas! Estoy abandonado entre difuntos; soy como los que han muerto en combate y ya han sido enterrados; como los que han perdido tu protección y ya han sido olvidados por ti. Me has echado en lo más hondo del hoyo, en lugares oscuros y profundos Has descargado tu enojo sobre mí, ¡me has hundido bajo el peso de tus olas! Has hecho que mis amigos me abandonen; me has hecho insoportable para ellos. ¡Soy como un preso que no puede escapar! De tanto llorar me estoy quedando ciego. ¡Todos los días clamo a ti, Señor, y a ti levantó las manos! ¿Acaso harás milagros por los muertos? ¿Acaso podrán los muertos darte gracias? ¿Acaso se hablará de tu verdad y de tu amor en el sepulcro, en el Reino de la muerte? En las sombras de la muerte, donde todo se olvida, ¡habrá quien reconozca tu rectitud y maravillas?


Pero yo, Señor, a ti clamo; de mañana elevo a ti mi oración. ¿Por qué me desprecias, Señor? ¿Por qué te escondes de mí? Desde los días de mi juventud he estado afligido y al borde de la muerte; he soportado cosas terribles de tu parte, y ya no puedo más. Tu furor terrible ha pasado sobre mí, y me ha vencido; me rodea por completo a todas horas, como una inundación. Has alejado de mí amigos y compañeros, y ahora solo tengo amistad con las tinieblas.