¡El Señor es grande!
¡Nuestro Dios es digno de
alabanza en su ciudad y en
su santo monte!
¡Que hermosa altura la del
monte Sión, allá, en el
extremo norte! ¡Es la
alegría de toda la tierra!
¡Es la ciudad del gran Rey!
Dios está en los palacios de
Jerusalén; Dios se ha dado a
conocer como un refugio
seguro. Pues los reyes se
reunieron y juntos avanzaron
contra ella; pero al ver la
ciudad se sorprendieron, se
inquietaron y huyeron.
El miedo se adueñó de ellos:
se retorcían de dolor, como
mujer de parto; como el
viento del este, que destroza
los barcos de Tarsis.
En la ciudad de nuestro Dios,
el Señor todopoderoso, hemos
visto con nuestros ojos lo
mismo que nos habian
contado: ¡Dios afirmará para
siempre a Jerusalén
Oh Dios, en medio de tu
templo pensamos en tu gran
amor. Oh Dios, por toda la
tierra eres alabado como
corresponde a tu nombre. Con
tu poder haces plena justicia.
¡Que se alegre el monte Sión!
¡Que salten de alegría las
ciudades de Judá por tus
justas decisiones!
Caminen alrededor de Sión
y cuenten las torres que
tiene; fíjense en su muralla
y en sus palacios, para que
puedan contar a las
generaciones futuras que
así es nuestro Dios por
toda la eternidad. ¡Él es
nuestro guía eternamente!