Salmo 44

Oración pidiendo la ayuda de Dios

Oh Dios hemos oído con

nuestros oídos, y nuestros

padres nos han contado lo que

tú hiciste en sus días, en

aquellos tiempos pasados: con

tu propia mano echaste fuera

a los paganos, castigaste a

las naciones y estableciste

allí a nuestros padres. Pues no

fue su brazo ni su espada lo

que les dio la victoria; ellos

no conquistaron la tierra.

¡Fue tu poder u tu fuerza!

¡Fue el resplandor de tu

presencia, porque tú los

amabas!


¡Mi Rey! ¡Mi Dios!

Tú diste la victoria a tu pueblo;

por ti vencimos a nuestros

enemigos; ¡en tu nombre

aplastamos a los que

nos atacaban! Porque no

confiaría yo en mi arco, ni mi

espada podría darme la victoria;

fuiste tú quien nos hizo vencer

a nuestros enemigos, quien

puso en ridículo a los que

nos odiaban. ¡Siempre

estaremos orgullosos de tí,

oh Dios, y siempre alabaremos

tu nombre!


Pero nos has rechazado; nos

has cubierto de vergüenza.

Ya no sales con nuestros

ejércitos. Nos has hecho dar

la espalda a nuestros enemigos;

los que nos odian nos roban

y se llevan lo que quieren.

Nos has entregado cual si

fuéramos ovejas para el

matadero; nos has dispersado

entre los paganos; has vendido

a tu pueblo muy barato, y nada

has ganado con venderlo. Nos

has convertido en objeto de

insultos, nuestros vecinos nos

ofenden y ridiculizan. Has

hecho que los paganos se

burlen de nosotros;

al vernos, mueven

burlones la cabeza. No hay

momento en que no me vea

humillado; se me cae la cara de

vergüenza por culpa del

enemigo, que trata de vengarse

y que me ofende y ultraja.


Esto que nos ha pasado no fue

por haberte olvidado.

¡No hemos faltado a tu alianza!

No hemos pensado

abandonarte ni hemos

dejado tus caminos. Sin

embargo, tú nos has

aplastado en lugares

de miseria. ¡Nos has cubierto de

terrible oscuridad! Si te

hubiéramos olvidado, oh Dios, y

adorado en tu lugar a un dios

extraño, tú te habrías dado

cuenta, pues conoces los más

íntimos secretos. Pero por

causa tuya estamos siempre

expuestos a la muerte;

nos tratan como a ovejas

para el matadero.


¿Por qué duermes, Señor?

¡Despierta, despierta!

¡No nos rechaces para siempre!

¿Por qué te escondes?

¿Por qué te olvidas de nosotros,

que sufrimos tanto, tanto?

Estamos rendidos y humillados,

arrastrando nuestros cuerpos

por el suelo. ¡Levántate, ven a

ayudarnos y sálvanos por tu

gran amor!