Oh Dios hemos oído con
nuestros oídos, y nuestros
padres nos han contado lo que
tú hiciste en sus días, en
aquellos tiempos pasados: con
tu propia mano echaste fuera
a los paganos, castigaste a
las naciones y estableciste
allí a nuestros padres. Pues no
fue su brazo ni su espada lo
que les dio la victoria; ellos
no conquistaron la tierra.
¡Fue tu poder u tu fuerza!
¡Fue el resplandor de tu
presencia, porque tú los
amabas!
¡Mi Rey! ¡Mi Dios!
Tú diste la victoria a tu pueblo;
por ti vencimos a nuestros
enemigos; ¡en tu nombre
aplastamos a los que
nos atacaban! Porque no
confiaría yo en mi arco, ni mi
espada podría darme la victoria;
fuiste tú quien nos hizo vencer
a nuestros enemigos, quien
puso en ridículo a los que
nos odiaban. ¡Siempre
estaremos orgullosos de tí,
oh Dios, y siempre alabaremos
tu nombre!
Pero nos has rechazado; nos
has cubierto de vergüenza.
Ya no sales con nuestros
ejércitos. Nos has hecho dar
la espalda a nuestros enemigos;
los que nos odian nos roban
y se llevan lo que quieren.
Nos has entregado cual si
fuéramos ovejas para el
matadero; nos has dispersado
entre los paganos; has vendido
a tu pueblo muy barato, y nada
has ganado con venderlo. Nos
has convertido en objeto de
insultos, nuestros vecinos nos
ofenden y ridiculizan. Has
hecho que los paganos se
burlen de nosotros;
al vernos, mueven
burlones la cabeza. No hay
momento en que no me vea
humillado; se me cae la cara de
vergüenza por culpa del
enemigo, que trata de vengarse
y que me ofende y ultraja.
Esto que nos ha pasado no fue
por haberte olvidado.
¡No hemos faltado a tu alianza!
No hemos pensado
abandonarte ni hemos
dejado tus caminos. Sin
embargo, tú nos has
aplastado en lugares
de miseria. ¡Nos has cubierto de
terrible oscuridad! Si te
hubiéramos olvidado, oh Dios, y
adorado en tu lugar a un dios
extraño, tú te habrías dado
cuenta, pues conoces los más
íntimos secretos. Pero por
causa tuya estamos siempre
expuestos a la muerte;
nos tratan como a ovejas
para el matadero.
¿Por qué duermes, Señor?
¡Despierta, despierta!
¡No nos rechaces para siempre!
¿Por qué te escondes?
¿Por qué te olvidas de nosotros,
que sufrimos tanto, tanto?
Estamos rendidos y humillados,
arrastrando nuestros cuerpos
por el suelo. ¡Levántate, ven a
ayudarnos y sálvanos por tu
gran amor!